Dentro de la Luz de lo Efímero Se Encuentra la Inmortalidad...

jueves, 25 de agosto de 2011

La muerte tenía un precio.

Pese al implacable sol de plomo que caía sobre la pequeña ciudad costera de Alicante, el frío ganó el último duelo contra mi padre; que en paz descanse.
En ese mismo instante aparecieron los buitres, los hombres grises, los representantes del pálido submundo del negocio post-mortem... no pude evitar que me viniera a la mente la imagen del enterrador sonriente midiendo a la futura víctima para encontrar el cajón a su medida; primer plano de la mirada fija y de la frente sudada.
Mientras nos enseñaban los catálogos de "Difuntorama" y nos explicaban que son empresas que practican la política de pagar "antes de" si no hay seguro o que nos vamos a la fosa común si no hay dinero, ya estaban trasladando el cuerpo hacía el tanatorio para prepararlo. Dos semanas caóticas ha durado la lucha de una medicina que parece no saber hacía dónde va contra una enfermedad silenciosa, fuerte, implacable y mejor preparada... menos de dos horas han tardado en organizarlo todo después del fallecimiento.
Traslado, velatorio, transporte, crematorio y entrega de la urna... todo al detalle, sin fallos, cronometrado... demasiado rigor (mortis) y poco respeto; no hay tiempo para el recogimiento... hay cola.
Todavía se me pone la carne de gallina cuando pienso en la rapidez y la frialdad con la que se mueve el triste comercio que envuelve el camino hacía el otro lado. Desde luego, el negocio de la muerte tiene una larga vida por delante... y todo, cómo la mayoría de las cosas en este mundo, por un puñado de dólares...

Adiós Papá, y buen viaje...


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